Al mirar el amanecer de este nuevo día que nos regalas, ponemos nuestra atención en tu amorosa y misericordiosa presencia, que nos invita a recordar a nuestros padres, hermanos, tíos, abuelos, primos, suegros, suegras, cuñados, parientes y amigos. No los recordamos con amargura o con sentimientos de tristeza, porque nos has regalado una esperanza grande de saber que están a tu lado, gozando de tu presencia. Tu palabra misma nos da la certeza y la confianza: “Las almas de los justos están en las manos de Dios y ya no las afectará ningún tormento”. Tenemos el gran consuelo de saber que viven a tu lado en el reino de la justicia, la paz y la armonía. Los llevamos en el corazón y los recordamos con cariño en nuestro diario vivir. Nos guardamos sus sabios consejos, su ayuda oportuna y ante todo por seguir formando parte de nuestras vidas.
Gracias por consolarnos ante la desesperanza y la soledad por la ausencia de los que amamos y ayúdanos a tener muy en cuenta tus palabras: «no se angustie vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí». Creemos y esperamos en Ti, nos confiamos a tu presencia y te pedimos consuelo en nuestras aflicciones, para que aprendamos a vivir la vida en plenitud y en Ti nos encontremos con la verdad que necesitamos y buscamos.
Entregamos confiadamente en tus manos nuestra vida y nuestra muerte. Danos el pan que da vida y el vino de fidelidad para que podamos vencer a la muerte y vivir para la vida, y un día nos unamos gozosamente a nuestros seres queridos que partieron antes que nosotros en fe y esperanza. En tus manos te los confiamos. Feliz y esperanzador fin de semana con puente. Nuestros Angelitos nos sigan protegiendo.
Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz perpetua.
Este primer sábado de mes, invitación a nuestro Rosario de aurora y Eucaristía por nuestros hermanos enfermos, nuestros difuntos y nuestras familias. Abrazos y bendiciones.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
La celebración de un día como el de hoy nos lleva a dos pensamientos: memoria y esperanza.
Memoria de aquellos que nos han precedido, que han transcurrido su vida, que han concluido esta vida; memoria de tanta gente que nos hace bien: en familia, entre los amigos… Y memoria también de aquellos que no han logrado hacer tanto bien, pero han sido recibidos en la memoria de Dios, en la misericordia de Dios. Es el misterio de la gran misericordia del Señor.
Y después esperanza. La de hoy es una memoria para mirar adelante, para mirar nuestro camino, nuestra senda. Nosotros caminamos hacia un encuentro, con el Señor y con todos. Y debemos pedir al Señor esta gracia de la esperanza: la esperanza que nunca decepciona nunca; la esperanza, que es la virtud de todos los días que nos lleva adelante, nos ayudar a resolver los problemas y a buscar los caminos de salida. Pero siempre adelante, adelante. Esta esperanza fecunda, esa virtud teologal de todos los días, de todos los momentos: la llamaré la virtud teologal “de la cocina”, porque está a mano y viene siempre en nuestra ayuda. La esperanza que no decepciona: vivimos en esta tensión entre memoria y esperanza. (…) Hoy, pensando en los difuntos, custodiando la memoria de los difuntos y custodiando la esperanza, pidamos al Señor la paz, para que la gente no se mate más en las guerras. Muchos inocentes muertos, muchos soldados que dejan la vida. Pero esto, ¿por qué? Las guerras son siempre una derrota, siempre. No hay victoria total, no. Sí, uno gana al otro, pero detrás está siempre la derrota del precio pagado. Rezamos al Señor por nuestros difuntos, por todos, por todos: que el Señor les reciba a todos. Y rezamos también para que el Señor tenga piedad de nosotros y nos dé esperanza: la esperanza de ir adelante y de poder encontrarlos todos juntos con Él, cuando nos llamará. (Homilía, Rome War Cemetery, 2 de noviembre de 2023)