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#Evangelio - El don del Reino y el corazón que lo busca (11 de agosto)

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Siguiendo la presentación de la salvación como proyecto que se cumple en la existencia concreta de cada persona, Jesús insiste en la necesidad de nuestra adhesión a la…

El evangelio de la misa de este domingo (Lucas 12, 32-48) tiene una estructura similar a la del domingo pasado, al inicio hay una sentencia de Jesús; en la segunda parte, esta enseñanza inicial, de tipo sapiencial, se ilustra con un par de parábolas. En el texto de hoy, la expresión sapiencial del inicio invita a la búsqueda del Reino, la explicación a través de las parábolas que le sigue tiene un carácter apocalíptico, es decir, lleva a considerar el cumplimiento del proyecto de Dios con el final del tiempo que significa el retorno del Hijo del hombre con poder y gloria.

La sentencia de tipo sapiencial expresa la salvación como don gratuito que Dios ofrece y que los discípulos deben acoger con agradecimiento. El don de la salvación se expone en términos del Reino que el Padre tiene la voluntad de dar, por su parte la acogida con agradecimiento con que corresponden los discípulos se expresa como recepción sin triunfalismo por parte del pequeño rebaño de Jesús: «No temas, pequeño rebaño, porque su Padre ha tenido a bien darles el Reino». El don incalculable del Reino se acoge en la sencillez.

En la segunda parte del evangelio de hoy, un par de parábolas vienen a explicar la sentencia sapiencial de la búsqueda del Reino por parte del corazón que ama, la primera parábola propone la búsqueda como estar en permanente vigilancia; la segunda se ofrece como respuesta a una inquietud del apóstol Pedro sobre los sujetos de esta vigilancia, ‘nosotros o todos’.

El mandato de ceñirse la cintura y situar la espera en la noche evocan, desde la primera parábola, la cena pascual judía, a la que se refiere precisamente el texto de la primera lectura de hoy (Sabiduría 18, 6-9). Desde la perspectiva de la búsqueda del Reino, se destaca en la parábola el contraste entre la noche, cuando lo normal es que la gente descanse, y la recomendación de ceñirse la cintura, que es la condición de quien trabaja. De modo que la búsqueda del Reino implica distanciarse de lo que hace la mayoría para ocuparse laboriosamente en el proyecto del Evangelio.

Asimismo, se puede reconocer en la parábola la salvación como proyecto que implica que los discípulos pasan del trabajo a la liberación y de allí a la fiesta: «Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela, en verdad les digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo». Como en el cántico del Magníficat, la promesa de salvación implica la subversión del orden: el señor se ciñe y sirve, el Señor que «derribó del trono a los poderosos y enalteció a los humildes, a los hambrientos colmó de bienes y a los ricos los despidió vacíos» (Lucas 1, 51-52).