Pasar al contenido principal

4-jul.-2024, jueves de la 13.ª semana del Tiempo Ordinario

«Levántate y anda»

Bendecido y agradecido despertar el que nos concede tu amor y en respuesta a tu bondad, lo viviremos alegres y en servicio. Cuando estamos enfermos valoramos la salud. El tener sed nos ayuda a valorar el agua. Cuando alguien parte de nuestro lado valoramos su ausencia. Cuando todo va bien, damos por supuesto lo que tenemos. Sólo cuando hemos pasado por la necesidad, podemos valorar lo que Tu nos regalas. Tu lección de amor de hoy comienza con una carencia: hay un hombre postrado. Quizá nació así. Quizá llevaba muchos años. Quizá estaba tan postrado, que ni pensaba en la posibilidad de ponerse en pie. Pero hay alguien que desea algo diferente para él. Los primeros en desearlo son los que tiene cerca, que lo llevan a Ti. Y tú sabes reconocerlo: «viendo la fe que tenían…». Y también Tú deseas algo mejor para el que está postrado: que camine.

Esa es la salvación que Tú vienes a traernos: liberarnos del pecado que nos hace estar postrados, vivir de lo viejo, centrarnos en lo nuestro, hacer daño a otros. Gracias te damos, porque nos ofreces el perdón y nos abres a una vida nueva, que necesitamos actualizarla cada día. «Levántate y anda». Qué bella expresión, porque a veces estamos postrados de desilusiones y pesimismos, de egoísmos y desesperanza. Para caminar erguidos nos ha hecho el Padre celestial, con capacidad de mirar a los ojos de nuestros hermanos, con la posibilidad de elevar la vista al horizonte y ver un nuevo amanecer y nuevas ilusiones, para descubrir al Padre que quiere lo mejor para nosotros y a los hermanos que necesitan ser llevados ante Ti. Ayúdanos a coger la camilla de la fe y de la esperanza, para llevar amor y servicio en ella y no hermanos paralíticos. Amén. 

Feliz y sanador jueves con bendiciones de amor y misericordia.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

¡Qué maravilloso ejemplo de sanación! La acción de Cristo es una respuesta directa a la fe de esas personas, a la esperanza que depositan en Él, al amor que demuestran tener los unos por los otros. Y por tanto Jesús sana, pero no sana simplemente la parálisis, sana todo, perdona los pecados, renueva la vida del paralítico y de sus amigos. Hace nacer de nuevo, digamos así. Una sanación física y espiritual, todo junto, fruto de un encuentro personal y social. Imaginamos cómo esta amistad, y la fe de todos los presentes en esa casa, hayan crecido gracias al gesto de Jesús. ¡El encuentro sanador con Jesús! Y entonces nos preguntamos: ¿de qué modo podemos ayudar a sanar nuestro mundo, hoy? Como discípulos del Señor Jesús, que es médico de las almas y de los cuerpos, estamos llamados a continuar «su obra de curación y de salvación» (CIC, 1421) en sentido físico, social y espiritual. (Audiencia general, Biblioteca del Palacio Apostólico, miércoles, 5 de agosto de 2020)
 

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.