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12-abr.-2025, sábado  de la 5.ª semana de Cuaresma

Ahora, Señor, ayúdanos a tomar la cruz y emprender el camino hacia la Jerusalén de esperanza, llegar al Monte Calvario de la fe y poder morir allí al hombre viejo.

Iniciamos, Señor, nuestra recta final para acompañarte en este camino para el que nos has dispuesto durante la Cuaresma. Vamos culminando nuestra travesía hacia la tierra prometida y te agradecemos porque vamos llegando a su término. 

Gracias porque hemos dispuesto nuestros corazones para el gran cambio que nos propones: cambiar nuestro corazón de piedra por el verdadero corazón de carne, de discípulos tuyos. 

Hemos recorrido estos cuarenta días y aunque algunos días nos hayamos rutinizado, hemos confiado plenamente en Ti. Ahora, Señor, ayúdanos a tomar la cruz y emprender el camino hacia la Jerusalén de esperanza, llegar al Monte Calvario de la fe y poder morir allí al hombre viejo para resucitar contigo al hombre nuevo del amor y del servicio. Que el ideal de la profecía de Ezequiel sea también el nuestro: “nos recogerá y seremos uno sólo”. Ayúdanos para que estos días santos que iniciaremos en tu nombre, sean de recogimiento y no de dispersión. En Ti confiamos y a Ti nos acogemos. Amén. 

Un muy feliz y descansado fin de semana. 

Meditación del Papa Benedicto XVI

Hemos dicho que Jesús, en su anuncio y en toda su obra, había inaugurado un reino no político del Mesías y comenzado a deslindar los dos ámbitos hasta ahora inseparables. Pero esta separación entre política y fe, entre pueblo de Dios y política, que forma parte esencial de su mensaje, sólo era posible en última instancia a través de la cruz: sólo mediante la pérdida verdaderamente absoluta de todo poder externo, del ser despojador radicalmente en la cruz, la novedad se hacía realidad. Sólo mediante la fe en el Crucificado, en Aquel que es desposeído de todo poder terrenal, y por eso enaltecido, aparece también la nueva comunidad, el modo nuevo en que Dios domina en el mundo. Pero eso significa que la cruz respondía a una “necesidad” divina y que Caifás, con su decisión, fue en último análisis el ejecutor de la voluntad de Dios, aun cuando su motivación personal fuera impura y no respondiera a la voluntad de Dios, sino a sus propias miras egoístas» (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, segunda parte, p. 66).

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.